Hoy me levanto temprano para hacer yoga, aún es de noche y mi cabeza todavía dormida se concentra en el aquí y en el ahora. Me siento bien. Después me doy una ducha rápida y medio tibia para terminar de despabilar mi cuerpo. Desayuno y me visto para ir al trabajo.
Cuando llego al metro, paso el billete por la banda magnética y oigo que el tren ya está en el andén, corro saltando las escaleras de tres en tres –!por favor, que no se vaya¡-. Entro en la primera puerta del primer vagón, justo cuando suena el silbido de cierre de puertas. El vagón va atestado de gente, que me apretuja contra la puerta, mi mochila y yo tenemos poco espacio para movernos. El chico de mi derecha me mira perdonándome la vida, no le ha gustado demasiado mi empujón apresurado para no quedarme fuera. Alguien tose detrás de mi y noto como mi pelo se mueve (agggggg). El calor del metro, la energía espesa se empiezan a combinar con ciertos olores indefinidos, que van tomando cada vez mayor presencia en el vagón.
Lo peor de todo es que no tengo ganas de llegar. En casa lo veía todo diferente ¡con lo bien que empecé el día! Ahora me siento invadida de una energía diferente, la del vagón, energía de tedio y rutina, horas metida en un sitio haciendo lo que no me gusta, de lunes a viernes.
Llego al trabajo, de nuevo tarde, la mirada furtiva al reloj de mi compañera de enfrente, un nuevo tanto para ella, de “tantos otros”. En mi mesa apilados los papeles del día anterior con los de hoy. Suena el teléfono, de nuevo bronca, no entregué los informes a tiempo…ommmmmmmmmmmm
¿De qué me sirve tanto ejercicio y tanto trabajo? Yoga, meditación, momento presente (¿cuál presente? ¿¿¿este del que quiero huir???). Me siento abatida ante mi escritorio y respiro profundo. Esto un sin sentido. ¿De verdad estoy haciendo bien las cosas? ¿Por qué me siento así? ¿De qué sirve hacer tantas cosas si luego cuando te enfrentas al mundo se desmorona todo? Tanta respiración perfecta al cobijo de mi alcoba y cuando salgo a la calle pierdo la noción de mi misma y mi vida camina desangelada con la energía de otros/as.
A veces siento que hago las cosas en la superficie, navegar profundo es más duro ¿con qué energía estoy conectada realmente? si fuera mi propia energía, mi esencia, seguramente no me impregnaría de la desdicha. ¿Estoy haciendo el aprendizaje correcto? La única solución sería aislarme en mi propio mundo de mantras y respiraciones y no salir a la calle, pero eso no es aprendizaje, no es evolución. Cuando conecto conmigo, siento una felicidad inmensa, pero no sirve de nada ese momento si no lo comparto, si no estoy con otros/as desde lo que soy, desde el amor que soy y somos. Lo más difícil no es conectar con uno/a mismo/a en el silencio, en la naturaleza, sino permanecer conectado/a cuando camino por el mundo, y eso sólo se consigue desde el camino del amor, el amor a lo que soy y el amor y respeto a lo que son otras personas. Eso sí es lo verdaderamente difícil.